Esta semana nos acercamos a visitar uno de esos pequeños lugares que nos sorprenden por su patrimonio. Estamos hablando del románico de Santa María de las Hoyas y la ermita del Santo Cristo de Miranda.
¿Dónde se encuentra?
Santa María de las Hoyas es un coqueto municipio cuyas proximidades también pertenecen al Cañón del Río Lobos. Sólo 13 kilómetros nos separan de nuestro destino de hoy. Debemos seguir la carretera en dirección a El Burgo de Osma y coger el primer desvío a la derecha nada más pasar Ucero. Después atravesar Nafría de Ucero y recorrer una breve distancia, esta modesta capilla llamará nuestra atención en lo alto de un cerro. Así pues, es muy fácil de encontrar.
¿Cuándo se construyó?
Este templo fue levantado en el siglo XIII donde se encontraba el poblado de Miranda. Sin embargo, este asentamiento desapareció y con él su iglesia de la cual sólo se conserva la portada románica que vemos en la actualidad. El resto del edificio pertenece al siglo XVIII.
Características.
Destacan las arquivoltas con ornamentación vegetal y ajedrezado, este último también presente en Berzosa, iglesia que ya visitamos. Los capiteles están bastante deteriorados. Aun así, se pueden observar 2 gladiadores dándose la mano después del combate. También encontramos animales mitológicos como arpías, grifos, etc. En el interior nos espera la talla policromada del Santo Cristo de Miranda originaria del siglo XIV. Sus rasgos son propios de las esculturas románicas apreciándose una desproporción en el tamaño de sus extremidades donde las piernas quedan notablemente más cortas que los brazos.
Festividad.
El día grande en el que el templo se llena de vida y se celebra una misa en honor al Santo es el 14 de septiembre, día de la Exaltación de la Santa Cruz. Los lugareños realizan una procesión desde el pueblo hasta el alto, situado a 1 km aproximadamente, portando la imagen de la Virgen de la Asunción a la que bailan y lanzan vivas al son de las gaitas.
La tradición.
Como en algunos otros lugares, entre las gentes de Santa María iba rotando una cruz de madera durante los meses de verano. La casa a la que le tocaba custodiar dicha cruz tenía la obligación de subir hasta la ermita en los días en los que se avecinaba tormenta. De esta manera cuando se acercaban las nubes negras había que tocar la pequeña campana de su espadaña con el fin de ahuyentar el nublado y proteger a los vecinos, campos y ganado.
Aquí termina nuestro blog de hoy. Nos quedamos viendo atardecer desde tan singular ubicación. Las vistas del pueblo, de la muela del Castillo o del Sistema Central a lo lejos, son un atractivo más para hacer esta visita.
